lunes, 25 de julio de 2011

La banda sonora de nuestra vida

Leyendo el blog de mi amigo, el escritor Andrés Pérez Domínguez, descubro que comparte conmigo su afición por Joaquín Sabina. Y su entrada me ha hecho pensar en cuánta gente de nuestra generación ha bailado con Pacto entre caballeros (ya saben: mucha, mucha policía), se ha enamorado escuchando Contigo (esa de: porque el amor cuando no muere mata, porque amores que matan nunca mueren) o ha canturreado Y nos dieron las diez.
A donde quiero ir a parar es que hay canciones que han ido conformando la banda sonora de nuestra vida; canciones que por algún u otro motivo nos despiertan emociones dormidas o nos recuerdan momentos felices. A mí, ignoro por qué, siempre me han atraído más las baladas de desamor; y si son en español, mejor. Quizás sea que me resulten más novelescas.
No me hace falta echar la vista atrás para tatarear La mujer que yo quiero de Serrat, Yolanda de Pablo Milanés o Te doy una canción de Silvio Rodríguez. Han sido tantas las veces que las he cantado que no creo que nunca se me olviden sus letras. Como tampoco se me borrarán de la memoria Quiero beber hasta perder el control o No digas que no de Los Secretos.
Pero, sin duda, mi autor preferido siempre fue Luis Eduardo Aute, compositor de Albanta, Una de dos, Pasaba por aquí, No te desnudes todavía, Las cuatro y diez… y de tantas otras canciones capaces de reflejar los sentimientos más recónditos en unos pocos versos, y al que nunca se le acabó la palabra precisa a la hora de componer.
Son canciones que, guitarra en mano, Carras, David y yo volveremos a cantarle a alguna que otra madrugada de agosto en esos conciertos que organizamos para nosotros mismos porque sólo nosotros sabemos lo que esas melodías significaron en nuestras vidas. Y al final, como siempre, entonaremos Ella, una ranchera de José Alfredo Jiménez (grande entre los grandes)… y es que ya estaba escrito que aquella noche perdiera su amor. 

No hay comentarios: